BEBIDAS ALCOHOLICAS

por Elmer N. Dunlap Rouse

 

Un amigo mío fue entrevistado para ser ministro de una iglesia en Austria, posición que rehusó aceptar. Uno de los obispos de la iglesia, "con el pelo largo", después del culto, le invitó a su casa donde le enseñó su almacén de vinos y le ofreció una bebida. Cuando mi amigo le explicó que no bebía, el obispo se sintió indignado y le dijo que no se dejara llevar por la "cultura norteamericana". Posiblemente hay también hermanos que creen que es cuestión de cultura y que uno puede beber si quiere. Tal vez dirán: "Cristo bebía" o "Lo único que prohibe las Escrituras es emborracharse".

El tema no es complicado pero sí emocional. Por eso, antes de buscar textos, es necesario cuestionar los motivos. Algunos hermanos son débiles y mejor complacen a sus amigos que a Dios. Odian las reglas y restricciones. Necesitan mucha libertad para llevarse lo más que puedan con el mundo sin ser mundanos. Su actitud es, "¿Qué es lo menos que tengo que hacer para cumplir con Dios? Corregir actitudes es más importante que estudiar textos. Amor a Dios es el factor clave (Mateo 22:37; 10:37). Preferir a los compañeros de la bebida es darse de baja de la iglesia y caminar hacia el alcoholismo. Varios hermanos me cuentan que cuando se convirtieron y explicaron a sus amigos "íntimos" que ya no hay bebidas en la casa, que si quieren un refresco o un café, estos amigos nunca los vuelven a visitar. Sospecho que la gran mayoría de los cristianos que usan alcohol lo hacen por complacer a sus amistades. Son débiles y necesitan ser aceptados por su gente. El apóstol Pablo dijo: "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues, si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gálatas 1:10). El cristiano es extraño a la gente mundana y a menudo rechazado por ella (1 Pedro 4:4). Si esto te es problema, vamos a orar por tí para que Dios te quite ese espíritu de cobardía (2 Timoteo 1:7).

 

Es malo ser piedra de tropiezo: "No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios" (1 Corintios 10:32). Si una sola alma se pierde por tu "libertad" (capricho), ya no andas en amor sino que eres asesino. No es cuestión de que te estamos juzgando o limitando, sino es cuestión de vivir una vida inofensiva y de cooperar con la misión de salvar a muchos. Si has muerto con Cristo, ya no vives para tí mismo sino para el Señor y eres un embajador del Señor, un ministro de reconciliación (2 Corintios 5:13-20). Tal vez las almas que salves serán tus propios hijos.

 

Cristo y todo el mundo antiguo bebían vinos livianos, productos de una fermentación sencilla (Mateo 11:19). El invento moderno de destilar no existía, así que no habían bebidas fuertes como las hay hoy. Aunque los antiguos supieron conservar el vino sin fermentar, esto no es la manera de explicar el uso del vino por Nuestro Señor, sino en el hecho de que los antiguos mezclaban el vino con el agua a la proporcón de tres a uno: tres partes agua a una parte vino. Era considerado de muy mal gusto la mezcla de uno a uno ("bebida fuerte"). Los que bebían vino sin mezclar eran considerados como salvajes. Muchos vinos eran tan espesos como un sirop, imposibles de beber sin mezclarlos con agua. Ahora bien, es imposible emborracharse mezclando el vino a la proporción de tres a uno. Para los que querrían emborracharse, tenían que beber el vino con poca agua y por buen rato (Isaias 5:11; Hechos 2:15). Además, beber agua no era saludable en lugares como Palestina donde llovía poco. Mezclar el vino con el agua era una forma de purificar el agua (1 Timoteo 5:17). Intentar beber el vino como Cristo lo bebía es innecesario. Hoy en día el agua es saludable y hay muchas otras bebidas inofensivas que evitan la apariencia de apoyar una práctica tan peligrosa.

 

Hermano, apelo a tu conciencia. Las bebidas alcohólicas modernas son drogas cuyo propósito es incapacitar el sistema nervioso. Se prestan fácilmente como un mecanismo de escape que no resuelve nada sino desperdicia el bolsillo, la salud, el empleo, el bien de los hijos, el matrimonio y la moral. De cada diez personas que beben, uno va a ser alcohólico. Uno de cada cuatro jóvenes es un bebedor problemático. De jóvenes entre las edades de 15 a 24 años de edad, el alcohol es la causa principal de muerte. El alcohol es la mayor causa de defectos de nacimiento. Sesenta de cada cien casos de abuso de menores son por causa del alcohol. Un sesenta porciento de todas las muertes asociadas a accidentes de tránsito se debe a la actividad de conductores o peatones ebrios. Cincuenta porciento de los casos de asesinato son por causa del alcohol, así como el noventa porciento de los asaltos. El uso del alcohol aumenta siete veces la probabilidad del divorcio. Para los que beben, el ritmo de suicidio es 58 veces mayor. Estos hechos notables apuntan al deber del cristiano de pensar en su ejemplo y en la posibilidad de caer. Hay que juzgar el árbol por su fruto.

Hermano, te invito a repensar tu posición y adoptar la que es más clara y beneficiosa a la causa de Cristo: la de no usar bebidas alcoholicas.