MORIR EN DOS CAJAS

por Elmer N. Dunlap Rouse

Hace poco una hermana me dijo: "Cuando tú te mueras, van a hacer falta dos cajas: una para ti y otra para tu lengua". Yo aprecio mucho a los hermanos que me señalan mis faltas, más que aquellos que no me dicen nada. Se preocupan por mis modales y me orientan para que edifique la iglesia y no la destruya. Santiago 3:6 dice, "la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno".

Otra hermana siempre me da el café bien caliente, diciendo, "Está más caliente que la lengua de una chismosa". Según el diccionario VOX, chismoso es una persona que se dedica a llevar y traer chismes, que vienen siendo noticias verdaderas o falsas con que se pretende promover discordia o murmuración.

Hay dos clases de chismosos. La primera clase incluye aquellos a quiénes les falta el amor. Repiten todo lo que oyen, invadiendo lo personal de otros. Hasta hablan cosas muy correctas a otros que no necesitan saberlo, causando así angustia y mucho sufrimiento mental. La regla de oro (Mat. 7:12) debe alentar la lengua de estos hermanos débiles que hablan sin pensar, porque seguramente no quisieran que otros hablaran de ellos.

Yo soy de esta clase de chismosos. A veces no amo a mis hermanos como debo y hablo sin pensar. A todos mis hermanos les pido disculpas, perdón y sus oraciones. Cuando los hermanos hablan de mi, yo siempre los perdono, porque hay muchos débiles como yo, y no les guardo rencor porque no quiero que me guarden rencor. Santiago dijo, "Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo" (Sant. 3:2). Yo no soy perfecto y Santiago tampoco lo era porque usó el verbo "ofendemos". Y si Santiago y yo nos salvamos, será a base de gracia que ni él ni yo nos merecemos. De no ser por Jesucristo, Santiago y yo tendremos que dar cuenta en el día del juicio por nuestras expresiones sin amor. Gracias a Dios que tenemos un Salvador que murió por nuestros, y que mientras andamos en la luz, su sangre nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).

Hay otra clase de chismosos. Estos son puros diablos. Deliberadamente quieren dañar a las personas de quiénes hablan. Por rencor, velan la oportunidad para desquitarse, dañando reputaciones y amistades, causando divorcios y pérdida de empleo. Por despecho quieren causar indignación ante todo la comunidad, creyéndose dioses con el derecho de juzgar y castigar a sus semejantes. A estos yo les tengo mucho respeto y bastante miedo. Oro por ellos ya que Jesús censuró fuertemente las acusaciones viciosas de los fariseos: "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mateo 12:36-37).

Los chismosos dañan a tres personas. Primero se dañan a ellos mismos por pecar con la lengua, ganándose la reputación de chismosos. Segundo dañan a la persona de quién hablan, difamándolo y causándole sufrimiento cuando dicha persona se entera de la conversación. Tercero, dañan a quienes les escuchan, porque cambian de opinión respecto a la persona difamada y porque son tentados a repetir el chisme a otros.

Vamos a formar un nueva asociación - "CHISMOSOS ANONIMOS" para curar esa enfermedad de hablar sin pensar, de hablar sin amor. De hecho, dicha asociación ya existe, la iglesia de Jesucristo. Aquí presento una lista de Proverbios que pueda ayudarnos a poder morir en una sola caja: Prov. 24:28; 25:8, 22-24; 26:17-28; 27:15-16 y 29:9-11, 20, 22-23.

F. W. Boreham cuenta de un señor que tenía dos bolsillos en los pantalones, uno con un boquete en el fondo y el otro sano. Velaba mucho el bolsillo sano para que nunca se llegara a formar ninguna rotura allí. Cada vez que escuchaba algo de naturaleza lastimera, sea un insulto, chisme, murmuración o mentira, lo apuntaba en un pedazo de papel y lo guardaba en el bolsillo con el boquete. Todo lo que escuchaba de bondad, amor, y de índole beneficiosa, lo apuntaba en un pedazo de papel y lo guardaba en el bolsillo sano. De noche, se metía la mano en el bolsillo sano y repasaba todo lo que había metido allí durante el día. Se regocijaba de tantas cosas lindas y preciosas que había escuchado. Después metía la mano en el bolsillo roto y no encontraba nada. Se reía, daba gracias a Dios y se alegraba de que no había nada malo para repasar.

Muchos de nosotros confundimos los bolsillos. Guardamos lo que no sirve y desechamos lo que debiéramos recordar. Para ser pacificadores (Mat. 5:9) y puros de corazón (Mat. 5:8), es necesario ajustar la lengua, parar los chismosos, cambiarles el tema y buscar lo bueno de nuestros hermanos y vecinos (1 Cor. 13:6).

NO VALE NI DOS CENTAVOS
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?