Lección 8

DON DE SABIDURIA Y CIENCIA

Iniciamos el análisis de los dones estudiando el don de sabiduría. Aunque hoy día los que dicen tener dones no le den mucha importancia, para la iglesia joven del primer siglo el don de sabiduría era muy esencial, pues era necesario para guiar a los cristianos en la formación y edificación de congregaciones. Sin duda, este don de valor incalculable fue dado principalmente (aunque tal vez no exclusivamente) a los hermanos que fueron designados obispos o ancianos, es decir, los que gobernaban en las iglesias locales (Hechos 14:23; 20:28; Filipenses 1:1.)

A los líderes de las nuevas congregaciones establecidas por la predicación del evangelio les hacía mucha falta recibir éste y otros dones milagrosos porque no tenían el Nuevo Testamento escrito. En la actualidad muy pocos de los que escriben y predican sobre los dones tienen presente este factor clave. Por esta razón no entienden cómo obraba el Espíritu en la iglesia del primer siglo ni por qué obraba mediante los dones.

A fin de entenderlo mejor, imaginemos que estuviésemos con la iglesia en Antioquía de Pisidia durante los primeros seis meses de su existencia y que fuésemos entre los primeros conversos. Según el relato de Hechos 13, Pablo y Bernabé predicaron en esa ciudad no más de tres semanas (tres sábados). Fue en la sinagoga de los judíos que anunciaron a Cristo. Su declaración de la divinidad de Cristo causo desavenencias entre ellos y muchos que no creyeron. Enfurecidos, levantaron una violenta oposición, y ante esta situación Pablo y Bernabé se vieron obligados a huir de la ciudad. A pesar del corto período de predicación, de la persecución y huida de ellos, quedó ahí en Antioquía una iglesia establecida.

Ahora preguntamos, ¿con qué esa iglesia recién formada iba a edificarse y a defenderse ? ¿Cómo iba a organizarse y a llevar a cabo su obra? Los evangelistas que la habían establecido tuvieron que escapar huyendo a otros pueblos. La iglesia que dejaron no tenía el nuevo pacto escrito. Solamente tenía el Antiguo Testamento el cual no era el pacto de la iglesia. Que sepamos nosotros, no había un libro, ni siquiera una carta, inspirada del nuevo pacto. Muy pocos sermones habían sido predicados y no había recibido clases avanzadas de entrenamiento y organización. Entonces, ¿como podía perseverar y mantenerse firme en la fe?

La contestación sencilla y bíblica es que lo hacía por medio de los dones sobrenaturales. Sin lugar a duda Cristo dio dones a esa iglesia joven en Antioquía de Pisidia. Efesios 4:7-11 dice que Cristo dio dones a los hombres y constituyó algunos apóstoles, algunos profetas, algunos evangelistas, y maestros y pastores. Cuando Pablo y Bernabé huyeron de Antioquía la iglesia que habían establecido no quedó abandonada. No quedó necesitada de todo liderato o de toda ayuda divina. No le faltaba la palabra inspirada. A pesar que todos los miembros eran neófitos (principiantes), algunos habían recibido dones sobrenaturales. Y ¿con qué propósito? Con el de capacitarlos para guiar, proteger, edificar y organizar la iglesia. ¿Qué paso aquel primer domingo después de la salida de Pablo y Bernabé? La Biblia no lo dice. Sin embargo, podemos estar seguros de que los miembros en Antioquía se reunieron para adorar y dar gracias por la salvación recibida. Pero, ¿quiénes dirigieron el culto? Los que habían recibido dones. Pero, los que se pararon para edificar, enseñar y exhortar no tenían a mano el nuevo testamento escrito. ¿Qué dirían? Pues, predicaron el mismo mensaje que se encuentra hoy día en el nuevo testamento. ¿Cómo lo lograron? Usaron sus dones sobrenaturales. Un miembro tenía el don de profecía, otro el de sabiduría, otro el de ciencia, otro el de sanar, otro el de hacer milagros, otro el de hablar lenguas. Cada uno, al usar su don, proveería lo que la iglesia necesitaba para perseverar en la fe, creciendo y edificándose por lo que cada miembro suplía.

Ahora se puede ver claramente que había un enlace natural entre las necesidades imperiosas espirituales de la iglesia primitiva y la obra milagrosa del Espíritu Santo. Las iglesias establecidas no tenían la palabra escrita. Pero su necesidad más urgente era la de tener esa misma palabra de verdad confirmada. Pues, el Espíritu Santo satisfizo esa necesidad tan grande dando dones mediante los cuales los nuevos conversos recibirían todo lo que pertenece a la iglesia y a la vida eterna. ¿Necesitaba la iglesia de líderes? Dios los puso por acto divino en la iglesia (1 Cor. 14:28). ¿Necesitaban los líderes de sabiduría? El Espíritu se la dio en abundancia. ¿No sabían los maestros cómo ni qué enseñar? El Espíritu les dio el don de ciencia y los capacitó para enseñar. ¿Necesitaban la iglesia de profetas? El Espíritu les dio a algunos miembros el don de profecía. Todo esto es la maravillosa obra que Dios hizo para establecer y poner en marcha la joven iglesia del primer siglo.

Volvamos ahora a la lista de dones en 1 Cor. 12. ¿Por qué fue dado el don de sabiduría? Porque los que fueron escogidos para dar liderato a las congregaciones recién establecidas no tenían ninguna experiencia en cómo hacer la obra del Señor. ¡Todos eran principiantes! La iglesia no podía esperar hasta que algunos hermanos obtuviesen, a través de largos años de labores, la sabiduría tan esencial para dirigir, gobernar y apacentar. Pues, Dios se la impartió por medio del don de sabiduría, o sea, por medio de una medida sobrenatural de sabiduría.

Y, ¿el don de ciencia? Este es el segundo en la lista de 1 Cor. 1-2. Tampoco se discute a menudo hoy día,, Pero, para la iglesia joven del primer siglo, una iglesia sin el nuevo testamento escrito, éste era indiscutiblemente uno de los dones mejores y mas importantes. ¿Cómo observar la Santa Cena? ¿Cómo ofrendar? ¿Orar? ¿Cantar? ¿Cuáles las doctrinas fundamentales? ¿Cuáles las de acontecimientos futuras? ¿Qué de la vida moral? Estas y muchas otras preguntas tenían que ser contestadas para los nuevos conversos. Pero ¿cómo? Nadie tenía el nuevo testamento a mano. No fue escrito. Todas las contestaciones fueron dadas mediante el don de ciencia, el del conocimiento de la voluntad divina. La iglesia precisaba de este conocimiento, pero no fue disponible en forma escrita. Lo recibió mediante los miembros que recibieron el don de ciencia.

El estudiante de discernimiento ya sabrá que es imposible obedecer a Dios sin tener conocimiento de la voluntad de él. Cristo dijo: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." Pero la verdad no hace libre al que no la sabe. Nosotros la buscamos en la Biblia. Los del primer siglo la recibían por medio del don de ciencia. Les fue enseñado cómo organizar, edificar y defender la iglesia; cómo adorar, evangelizar, y hacer obras benévolas. Este conocimiento pleno de la ley divina vino mediante el don de ciencia.

Consideremos ahora el don de profetizar. 1 ¿Que fue este don? ¿Qué fue el propósito de darlo? El don sobrenatural de profecía no era el de solamente predecir lo que había de venir. Es decir los que recibieron este don no fueron limitados a declaraciones sobre eventos venideros. Su don era mucho mas importante. Era el don por medio del cual la iglesia recibía instrucción y edificación. "Procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis" (1 Cor. 14:1). ¿Por qué era tan importante el don de profecía? Pablo lo explica en 1 Cor. 14:3 diciendo, "El que profetiza habla a los hombres para edificación exhortación y consolación».

¿Cuántos han entendido bien la naturaleza de este don? ¿A caso pensaba, querido lector, que el don de profecía tuviera que ver exclusivamente con predecir eventos venideros? En actualidad, abarcaba mucho más. Fue dado para edificar, exhortar y consolar. Su propósito no era meramente satisfacer la vana curiosidad de los hombres en cuanto a cuándo vendrían terremotos, guerras, enfermedades y pestilencias sino que era el edificar a la iglesia. El Espíritu fue llamado el Consolador. Consolaba mediante el don de profecía. Lo hace ahora por medio de la palabra que tenemos en la Biblia.

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