Lección 21

CESACION DE LOS DONES (3)

Al hablar sobre el Espíritu Santo arriesgamos cometer el pecado grave de blasfemar. Negar al Espíritu es blasfemarlo. Rechazar su palabra es también ser culpable de blasfemia contra El. Asimismo, podemos blasfemar al atribuirle al Espíritu e actos que él no ha autorizado, y palabras, revelaciones y mensajes que él no ha inspirado. Ciertamente, nos toca a todos nosotros proceder con mucha prudencia, cautela, paciencia y oración en el estudio del Espíritu Santo.

Hemos afirmado, y seguimos afirmándolo, que los dones sobrenaturales, habiendo servido su propósito de revelar y confirmar toda la verdad, ya han cesado; que fueron limitados al primer siglo, y que cesaron de acuerdo con el plan que Dios mismo había trazado. Al oír tal declaración algunos gritan, "Blasfemia, blasfemia," y lo hacen sin examinar bien lo que se está proclamando. Lo que estamos enseñando no será blasfemia si la Biblia la apoya, ¿verdad? Y sabemos que la Biblia la sostiene. "Pero," dirá alguien, "La Biblia enseña que los dones durarían hasta el fin del mundo." Preguntamos, "¿Donde?" Creemos que los pasajes citados con miras a sostener la teoría de que los dones durarían hasta la venida de Cristo han sido torcidos. Veremos por qué decimos esto.

"Pero," responderá otro, "Yo sé que los dones siguen porque yo tengo uno y sé que otros también los han recibido." Pregunto, ¿qué es la prueba irrefutable que me ofrece para sostener su aseveración? Yo también he visto lo que llaman manifestaciones del Espíritu Santo mediante lo que llaman dones. Hasta ahora no se me ha presentado, ni en público ni en privado, ninguna evidencia incontrovertible de que siquiera una persona tenga, en este siglo presente, un don sobrenatural. ¿Chocante? Sí, yo sé. ¿Blasfemia? ¿Quién es capaz de probarlo? Lo pregunto con toda humildad, siendo Dios mí Testigo.

A este punto en el estudio, tenemos a bien presentarles un resumen conciso de las conclusiones que hemos hecho respecto a la duración de los dones. Son: (1) que el Espíritu Santo dio los dones durante un tiempo determinado por Dios mismo; (2) que dichos dones fueron dados a la iglesia en su infancia para revelarla toda la verdad durante el tiempo cuando no tenía el Nuevo Testamento en forma escrita; (3) que la propia Biblia enseña cuándo y por qué los dones cesarían; (4) que los dones cesaron antes del año 150 de esta era, probablemente mucho antes de esa fecha; (5) que los pasajes citados para probar la duración de los dones hasta el presente no lo prueban; (6) que lo que se llaman dones hoy día no son iguales a los dones sobrenaturales del primer siglo, o sea, que lo que se llama profecía hoy día no es profecía, las llamadas lenguas no son las lenguas extrañas de la Biblia, etc; (7) que las manifestaciones atribuidas hoy día al Espíritu Santo no son de él, sino del espíritu de emocionalismo humano, para no decir carnal y (8) que hay envuelto en lo que vemos hoy día las señales y prodigios mentirosos mencionados en la Biblia.

Bueno, ahí tiene, amigo, lo que yo creo, con todo mi corazón, ser la verdad sobre los dones. Sí, me doy cuenta de que miles y miles no están de acuerdo. Entonces, ¿por qué he querido presentar esas conclusiones? En primer lugar, porque siempre tenemos que hablar la verdad. Y en segundo lugar, para ayudar a algunos a salir de mucha confusión, de engaños grandes y escándalos indecibles! Obsérvese esto: que cuando un pueblo intenta restaurar lo que Dios mismo ya ha hecho cesar, cae en ridículo y sale con un embrollo tan grande que se nos hace casi imposible el desenredarlo. Esto es lo que ha pasado a los que, no comprendiendo que Dios ha abolido el Antiguo Testamento, guardan el sábado, no comen ciertas carnes, queman incienso, enseñan el diezmo, etc. Lo mismo pasa en el caso de los que obligarían al Espíritu Santo a que les diera dones cuando el tiempo de los dones llegó a su fin cientos y cientos de años atrás. ¿Qué hay entre tales? En vez de dones sobrenaturales, hay solamente la capacidad de actuar y hablar a base de un poder humano cuya eficacia depende de emociones excitadas e infladas. Hay profecías, pero no se cumplen. Hay un hablar no sobrenatural sino anormal, uno sin significado alguno, que no tiene valor edificador alguno. En vez de guardar "la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz," como dice Efesios 4:3, han despedazado al Espíritu y han roto el vínculo de la paz mil veces. Divisiones, contradicciones, contiendas, prácticas y doctrinas no bíblicas es lo que hay. ¡Todo en el nombre del Espíritu Santo! ¡Contemplarlo da susto! Cuando las almas comprendan que el Espíritu Santo es un ser inteligente que usaba dones por un tiempo para comunicar al mundo todo el Nuevo Testamento, luego dejó de darlos cuando toda la verdad fue revelada; cuando las almas comprendan que es esta verdad revelada y confirmada que salva, no algún poder misterioso e incomprensible, entonces saldrán de esa confusión grande que hay. Dios es todopoderoso y puede hacer cualquier cosa. Pero, si él mismo ha limitado los dones sobrenaturales a la época de la infancia de la iglesia, entonces en vano los buscarán. No es cuestión del poder del Espíritu Santo, ni de la fe del cristiano, sino de la voluntad de. Dios. Si el ha hecho cesar los dones, ¿quién los dará? Ni el propio Espíritu Santo podría hacerle frente a Dios en este asunto, o en cualquier otro.

¿Qué es la voluntad de Dios respecto a la duración de los dones? "Que seguirían hasta el fin del mundo," alegan muchos y citan 1 Cor. 12 y 14:1 donde la Biblia dice, "Procurad los dones espirituales." A la iglesia en Corinto Pablo dirigió estas palabras. Para comprender el porqué de tal mandamiento tenemos que tomar en consideración ese factor que siempre será de mucha importancia para el entendimiento recto de los dones: La iglesia en Corinto no tenía el Nuevo Testamento escrito; no tenía toda la verdad. ¿Cómo podría aprender la nueva ley? ¡Mediante los dones! Pues, los miembros fueron mandados a buscarlos para que mediante dichos poderes supieran cómo trabajar, adorar, organizarse, etc. Ahora nosotros tenemos toda la verdad escrita en el Nuevo Testamento. No dependemos de dones para recibirla. No tenemos por qué buscar los dones. Además, las Escrituras enseñan que ya los dones han cesado.

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