por Hans Dederscheck

Capítulo 1

EL MATRIMONIO

Hablar del matrimonio no es ninguna tarea fácil, aún más cuando consideramos las muchas interpretaciones particulares de las gentes. Pero hablar de ello es muy importante, porque el matrimonio en nuestros días es cada vez más débil, más calaminoso y más rechazado por los hombres. Muchos jóvenes piensan que tal relación es innecesaria para alcanzar la felicidad en su vida. Otros creen que la vida matrimonial ideal es imposible. Estos jóvenes y chicas ven la realidad del matrimonio dentro de su propia sociedad y, con justa razón, afirman que "es mejor no cometer los errores de nuestros mayores". Es cierto que muchas personas reciben un cuadro totalmente negativo por lo que observan en otros matrimonios. Y esto ha de caerles como una ducha fría. Pero, aunque otros hombres fracasan y dan con su vida un ejemplo pobre y triste, ¿quiere decir esto que nosotros no podríamos hacerlo mejor? ¿Significa eso que mi matrimonio ha de ser un fracaso también?

En el principio, el Creador hizo un hombre y una mujer. "Por esto dejará el hombre al padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Así que ya no son más dos, sino una sola carne" (Mateo 19:4 6). El matrimonio no es un elemento accidental, sino elemental de la creación. Y esto va hasta tal extremo que el hombre es completo y perfecto recién cuando se une a su mujer, la otra parte de su personalidad, porque Dios los creó "macho y hembra" (Génesis 1:26,27). Hasta el momento en que Dios había creado la pareja humana no encontró satisfacción total en Su obra (Génesis 2:18). Dios, entonces, es el que desea que los hombres se unan en el vínculo del matrimonio. Dios es también aquél personaje que posibilita la vida matrimonial en toda su plenitud, y El hace del matrimonio una bendición. En Efesios 5:31,32 el apóstol Pablo habla de la relación íntima entre el hombre y su mujer y lo compara con la relación que debe existir entre Cristo y su iglesia. Dice: "Grande es este misterio". Porque así como Cristo es cabeza de su iglesia y salvador de su cuerpo y Cristo y sus seguidores son inseparables en esencia, así debe ser la intimidad entre los dos cónyuges que forman un matrimonio. El hombre es la cabeza y el salvador de la mujer y ambos seres llegan a unirse perfectamente en el lazo matrimonial. Aunque sean dos seres diferentes, con educación e ideas discrepantes, serán uno como pareja e inseparables por la atadura invisible del matrimonio.

"Lo que Dios une, no lo separe el hombre". Aquí nos dice Jesús que es el Creador el que hace posible la unión de dos seres. Esta unión es, de hecho, irrompible y, aunque esté atravesando por problemas y contratiempos muy difíciles que nos parezcan imposibles de solucionar, aquella unión siempre prevalecerá porque la mujer es parte de su marido, y el marido es parte de su mujer, de modo que los dos son uno solo. No está la mujer completa sin su hombre, ni tampoco el hombre sin su mujer. Es interesante considerar el comentario bíblico que nos dice que Dios tomó algo de Adán para formar una mujer; su mujer.

Es cierto que muchas vidas matrimoniales en nuestros días están fracasando y terminando en las cortes de divorcio. ¿Es esta actitud necesaria? ¿No habrá, acaso, una solución a los problemas que acosan a la humanidad? Creo que sí. Y al decir así es que estoy realmente convencido de que todos los divorcios y matrimonios infelices pueden ser evitados. La solución está en la pareja misma. En su actitud. En su manera de contemplar las cosas. Está en su grado de fe en Dios y en el cumplimiento de la doctrina de Cristo. Tomemos unos ejemplos sencillos: un matrimonio fracasa porque la mujer o el marido no atiende a su cónyuge normalmente en cuanto a las relaciones íntimas que son esenciales para la felicidad de la pareja. ¿El divorcio es la solución? ¿Acaso tiene la pareja la garantía de que con otro socio conyugal va a tener mayor éxito? La Biblia nos dice que debemos cumplir con el deber conyugal, y procurar la satisfacción de nuestro cónyuge. Creo que con menos egoísmo, mayor amor y más voluntad podemos lograrlo. Hay excelentes ¡libros escritos por médicos al respecto que deben ser leídos con toda franqueza. Una mujer continuamente insatisfecha por su esposo debe tener el valor de hablar amorosamente con su marido y manifestarle que ella requiere una total satisfacción, al menos a veces, en las relaciones con su esposo. Un hombre comprensible entenderá fácilmente que para encontrar la felicidad en la relación íntima con su mujer, debe procurar contentarla a ella primero antes de buscar su propia satisfacción en su mujer. De esta forma el problema tiene su solución. Una mujer quizás demasiado fría en sus impulsos sexuales debe tener la suficiente imaginación como para comprender que su marido desea también plena felicidad en las relaciones amorosas con su esposa, porque esto es importante para el normal equilibrio de sus emociones y sentimientos.

Otro ejemplo: es casi imposible que no haya en un hogar ciertas discrepancias y momentos de tensiones por una u otra razón. ¿Es este hecho una excusa para que los esposos se griten, e insulten y luego, cansados, se separen y distancien cada vez en mayor grado? La Escritura nos dice: "Airaos, pero no pequéis". Dios conoce nuestra naturaleza humana, pues El nos ha creado. Y Dios sabe muy bien que nuestro carácter es débil e imperfecto. Puede haber momentos difíciles y de altas tensiones, momentos de enojo y de dificultades. Pero esto no significa que el hombre y su mujer tengan que ofenderse y separarse porque se han hecho la vida imposible. Podríamos citar cualquier otro inconveniente que comúnmente surge en los matrimonios, y podemos estar seguros de que todos encontrarían una solución pacífica si solamente obedeceríamos la palabra de Dios. El adulterio no tiene sentido. Ninguna mujer puede encontrar en el "otro" algo mejor que encuentre en su propio marido, porque él es parte de su cuerpo y ella se complementa solamente con su marido. Ningún hombre tampoco encontrará otra mujer mejor que la suya por la misma razón arriba expuesta, porque es parte de él. El problema tiene su raíz en la mente de los seres humanos. Cuando un hombre o una mujer codicia otra persona entonces comienza el cuadro del deseo en la mente del culpable. Dios tiene una solución. Obedecerle y rechazar la carnalidad del hombre natural (Malaquías 2:14 16; Génesis 2:21 25).

Los hombres que piensan que en el amor libre encuentran la felicidad están equivocados e ignoran profundamente la relación dulce y hermosa del sexo en el matrimonio. El amor fuera del matrimonio siempre tiene que ver algo con "mercadería" que se compra. Pero el amor conyugal es el amor verdadero (físico y espiritual) en el sentido más sublime de la palabra, porque es la unión más estrecha y amorosa de dos seres que, impulsados por un amor espiritual puro que los une, consuman luego el deseo sexual como máxima expresión de sus sentimientos. Una cosa es tener una mente sensual y perversa y otra cosa es el amor físico que nace del amor espiritual de dos seres que se aman por siempre y en la verdad.

¿Qué beneficios tenemos en el matrimonio? Primeramente hallamos un compañerismo real y verdadero. Todos, tarde o temprano, nos sentiremos solos, sin nadie en el mundo que nos comprenda. La soledad es un hecho y nos maltrata duramente porque, en esencia, el hombre es creado para vivir en compañía Génesis 2:18 22 nos habla de los momentos solitarios del primer hombre. Se dice luego que al recibir de Dios su mujer encontró una compañera ideal. Me recuerdo de muchas amistades leales, basadas en una profunda relación amistosa con otros compañeros, pero ninguna amistad era tan perfecta como aquella que encontré más tarde en mi esposa. Ningún ser nos comprende tanto como nuestra esposa o esposo, y nadie puede darnos un compañerismo verdadero como aquella persona con la cual hemos decidido compartir nuestra vida.

Sin embargo, no es el compañerismo solamente que buscamos tan ardientemente. El matrimonio nos ofrece aún más: una ayuda idónea. Así* como la mujer casada puede estar tranquila en su hogar confiada en que su marido le traerá lo necesario para el sustento del hogar, de su propia vida y la de sus hijos, así también el hombre encuentra en la mujer una ayuda ideal, apropiada, ya que ella cumple con los quehaceres que el marido no podría hacer aparte de su trabajo diario. Ambos, el esposo y su mujer, con fuerzas unidas trabajan para lograr la felicidad de su hogar. Esto requiere el esfuerzo constante y un sacrificio abnegable de los dos.

En el matrimonio Dios dispuso también la procreación de la raza humana, lo que se consuma automáticamente en las relaciones sexuales. En el principio, Dios creó a Adán y Eva, su mujer, milagrosamente, pero desde entonces El ideó otro sistema mucho más adecuado y bello: la procreación por la intervención del marido y de la mujer. No cabe duda de que Dios, si El lo quisiera, podría darnos los hijos milagrosamente. Pero, ¿encontrarían los padres la misma felicidad como la pueden alcanzar ahora? Hay muchas mujeres jóvenes que formalmente se sienten avergonzadas al tener la idea de llevar en sus entrañas un hijo. Me parece que tal actitud es completamente absurda. La mujer ha sido creada y puesta en el mundo con una misión específica: la de ser madre y dar a luz niños. La maternidad de la mujer es entonces la expresión más maravillosa de su ser, y el matrimonio es el vínculo, en el cual ella encuentra la satisfacción de estos impulsos que el Creador le ha dado: ser madre y esposa. Y cuánta esperanza, cuántos suspiros, cuántos anhelos mientras esté esperando el hijo que, en fin y buen resumen, es el fruto de su amor con su esposo. Cuánta alegría cuando llega el momento del nacimiento. Aquí ve realizada sus sueños y deseos más anhelados. Ve en el hijo la imagen misma de su marido, porque es él el que posibilitó su felicidad, y es él el que engendró en ella ese niño que ahora significa un cambio total en su vida. Nuevos planes, nuevas responsabilidades; un ser nuevo en el hogar, he aquí que todo es nuevo. ¡Qué alegría! ¿Puede la mujer negar el fruto de su vientre? ¿Puede olvidarse del hijo de sus entrañas? Querida amiga, ser mujer, esposa y madre es para tí lo más maravilloso que el Creador pueda haberte regalado. Tienes motivo de ser orgullosa por ello dando gloria a Dios con tu vida.

Pienso que aquellos seres que nunca llegan a realizar el matrimonio no han conocido la vida en toda su belleza. Yo sé que el matrimonio trae consigo muchas responsabilidades y, a veces, problemas y momentos muy serios, especialmente cuando los cónyuges tienen que atravesar por una época de necesidad material, enfermedades u otras dificultades. Pero los muchos momentos bellos que el matrimonio ofrece nos hacen olvidar los ratos tristes y llenos de preocupación. Pensemos: compañerismo, ayuda idónea, los hijos, el deleite sexual, el amor sincero que solamente puede existir entre el hombre y su mujer. El hombre sólo, ni la mujer sóla, puede alcanzar estas felicidades. Los jóvenes deben acercarse al matrimonio con la debida preparación sabiendo de que se trata y bien afirmados en la palabra de Dios, y así no tendrán que temer cuando llegue el momento de concretarse el matrimonio.

La Escritura nos habla dulcemente del vínculo matrimonial. He aquí unos extractos del libro de Cantar de los Cantares". Es una conversación entre la esposa y su esposo.

"Esposa: Bésame con besos de tu boca. Son tus amores más suaves que el vino. Dime tú, amado de mi alma, dónde pastoreas, dónde sesteas al mediodía. Es mi amado para mi bolsita de mirra que descansa entre mis pechos".

"Esposo: Como lirios entre cardos es mi amada entre las doncellas".

"Esposa: Reposa su izquierda bajo mi cabeza y con su diestra me abraza amoroso".

"Esposo: Qué hermosa eres, amada mía qué hermosa eres. Son palomas tus ojos vistos a través de tu velo. Son tus cabellos rebañito de cabras que ondulantes van por los montes de Galad. Cintillo de grana son tus labios, y tu hablar es suave. Son tus mejillas mitades de granada ... tus dos pechos son dos millizos de gacela que triscan entre azucenas. Qué dulces son tus caricias, hermana mía, esposa. Dulces más que el vino son tus amores. Miel virgen destilan tus labios, leche y miel bañan tu lengua, y es el olor de tus vestidos el perfume del incienso".

"Esposa: Yo soy para mi amado y mi amado para mí ..."

"Esposo: Qué hermosa eres, qué hechicera, qué deliciosa, amada mía. Esbelto es tu talle como palmera y son tus senos sus racimos. Si, sean tus pechos racimos para mí. El aliento de tu boca es aroma de manzana, tu boca es vino generoso, que se entra suavemente por mi paladar".

"Esposa: Yo soy para mi amado y a mí tienden todos sus anhelos. Ven, amado mío, vámonos al campo, haremos noche en las aldeas. Madrugaremos para ir a las viñas, veremos si brota ya la vid, si se entreabren las flores, si florecen los granados, y allí te daré mis amores".

Una mujer hermosa de espíritu y virtuosa siempre sigue siendo la corona de su marido, y un esposo fiel y caballeroso la alegría de su mujer. La Biblia dice que es mejor vivir en el rincón del tejado que habitar en mansión espaciosa pero con mujer rencillosa (Proverbios 25:24; 12:4). Recordemos en este lugar que Ezequiel, por la muerte repentina de su mujer, perdió "su fortaleza, el gozo de su vida, el deleite de sus ojos y el objeto de su amor" (Ezequiel 24:16 27).

El matrimonio es santo. La relación entre el hombre y su mujer es sagrada. Su intimidad debe basarse en los preceptos divinos. El adulterio no es ya meramente la intrusión en otra pareja casada, sino que constituye la separación de la persona con la cual se está casada; unido en perfecta unión por el vínculo del matrimonio (Marcos 10:11). Puesto que el adulterio proviene del corazón (la mente), este estado ya ha comenzado al desear otra mujer, o viceversa (Mateo 5:27; 15: 19).

En sus propias manos, querido lector, se encuentra el poder de la felicidad o de la destrucción de su vida matrimonial. Es preciso que volvamos a los preceptos de Dios para comprender nuevamente el sentido profundo y bello que nos ofrece el matrimonio que Dios ha dado a la raza humana para su felicidad. Este pequeño estudio no pretende ser completo, pues tendríamos que escribir un libro voluminoso. Pero sí he querido darle unos consejos que también usted puede leer en, el Libro Sagrado. Es mi deseo que usted pueda encontrar pleno éxito en su matrimonio.

En el siguiente capítulo vamos a contemplar las responsabilidades, las obligaciones y los placeres del esposo. La Escritura será siempre y exclusivamente nuestra guía y veremos qué felicidad es posible alcanzar en el matrimonio si solamente decidiéramos volver a respetar y poner por obra los preceptos del Dios eterno.

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