GALILEO

por Elmer N. Dunlap Rouse

Un evento sumamente raro sucedió en la Ciudad del Vaticano: la Iglesia Católica reconoció que había enseñado error por varios siglos y que había condenado a un inocente. El papa Juan Pablo II leyó trece páginas en la Sala Regia del Palacio Apostólico, rectificando al astrónomo Galileo Galilei y justificando al tribunal católico que lo condenó porque no tenía culpa sino "el modo de interpretar la Sagrada Escritura entonces" (EL NUEVO DIA, pág. 34 del 1 de nov. 1992). Cabe preguntar ¿cuántas otras doctrinas verdaderas, tradiciones genuinas y personas inocentes fueron condenadas por la Iglesia Romana por errar en "su modo de interpretar la Sagrada Escritura entonces"?

No es posible seguir leyendo el periódico como si esto sucediera todos los días. Tampoco era un antojo porque una comisión nombrada por Juan Pablo II estudió el caso de Galileo por catorce años. ¿Entonces por qué la Iglesia Católica esperó 359 años para rectificar un error tan obvio? ¿Qué había en el caso de Galileo, que por tantos años prefirió ignorar una injusta y equivocada condenación? ¿Por qué Juan Pablo II culpó a los métodos de interpretar la Escritura y no la Iglesia que condenó a Galileo?

Galileo era uno de los científicos más distinguidos de su día, sobresaliente en astronomía, física y matemática, siendo profesor en la Universidad de Pisa, su pueblo natal, y de Padua. Fabricó los lentes de telescopio más potentes de su día, permitiéndole mirar los cielos con gran detalle. Al observar la rotación de las manchas solares, entendió que la teoría de Copérnico era correcta, es decir, que era la tierra que giraba el sol y no viceversa, como siempre se había creído. Esto le llevó a una confrontación con la Inquisición. El cardenal Roberto Bellarmino, principal teólogo de la Iglesia Católica de entonces, declaró el descubrimiento científico de Galileo como falso, erróneo y escandaloso porque podría socavar el Catolicismo en su lucha con el Protestantismo (vea Enciclopedia Británica, Tomo 19, pág. 641). ¿Qué escándalo y qué ventaja para el Protestantismo?

No era meramente "una trágica incomprensión" entre la ciencia y la fe como lo pinta el periódico, sino que el caso de Galileo confirmaba la contención de que la Iglesia carece de un líder infalible, y que todos los seres humanos pueden equivocarse en interpretar las Escrituras. Lo que el periódico no dice y lo que Juan Pablo II no encontró cómo decir es que no fue ningún otro sino el papa Urbano VIII, el Pastor Universal, quien condenó a Galileo y con furia. En 1633 el viejo profesor de casi setenta años de edad, enfermo, fue obligado a venir a Roma y, aunque maldijo "la teoría blasfema" y juró que no la volvería a enseñar, fue sentenciado a cárcel, aunque más tarde fue cambiado a arresto domiciliario. Cuando el famoso poeta inglés Milton lo visitó en Arcetri en 1638, todavía era preso de la Inquisición y murió en 1639. Los escritos de Galileo permanecieron en el Indice de Libros Prohibidos hasta 1831 "cuando la Iglesia Católica autorizó a la tierra a orbitar el sol".

Roma ofrece arreglar este asunto por decir que la fórmula "ex catedra" no aparece en la sentencia del papa Urbano VIII, y, por consiguiente, este no estaba usando su poder sobrenatural. La verdad es que el papa guió la iglesia a una decisión equivocada. Si hubiera un momento cuando su poder infalible hacía falta, éste era. Hoy en día, como entonces, la diferencia fundamental entre el creyente católico y el no católico es la doctrina del sucesor de Pedro y su infalibilidad. Roma dice que no es posible que Cristo haya dejado su iglesia sin un guía visible. Nos señalan las sectas por un lado, todas enseñando doctrinas conflictivas, y por el otro lado la unidad majestuosa de Roma. Por un lado indican las especulaciones de los hombres y por el otro el guía infalible. Pero no es cierto. Es un hecho histórico que el guía infalible falló. No pudo interpretar correctamente a Josué 10:13 y Salmos 93:1 (92:1 en la Biblia católica). Hoy, después de 359 años, quieren rehabilitar a Galileo sin inhabilitar la doctrina de infalibilidad que lo condenó.

Urbano VIII, todos sus sucesores y todos los hombres se equivocan. En vez de mirar hacia Roma, hay que mirar a Jesucristo, el único guía infalible y única cabeza de la iglesia (Efe. 1:22; Col. 1:18). En vez de confiar en la interpretación oficial de una iglesia, hay que leer las Sagradas Escrituras por uno mismo, confiando en que el corazón bueno y recto puede entender y obedecerla (Luc. 8:11-15; Ef.3:4 y Hech. 17:11). Como aquellos que obedecieron a la prédica de Pedro, hay que perseverar en la enseñanza apostólica más segura, la bíblica (Hech. 2:42). Pedro nos aseguró la verdad, no por dejarnos un sucesor infalible, sino por escribir dos cartas y por facilitar los dichos y hechos de Jesús en el Evangelio de Marcos (2 Ped. 1:15). La unidad entre los creyentes católicos y no católicos gira a este dilema: volver a Roma o volver a la Biblia.

LA GOLONDRINA
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?