CRISTO Y LA POLITICA

por Elmer N. Dunlap Rouse

Unos políticos se consultaron entre sí para desacreditar a Jesús ante el pueblo. Optaron por enviarle a unos encubiertos para atraparlo con una pregunta. "Maestro, ¿Qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César, o no?" (Mt. 22:16-17).

Jesús no se dejó engañar por el paquete de palabras bonitas y la alabanzas huecas, sino que replicó, "¿Por qué me tentáis, hipócritas?" (ver. 18). Desde la antigüedad la política ha sido "terrenal, animal y diabólica" ya que casi siempre envuelve lucha por el poder, celo, contención (Sant. 3:15) y favoritismo (Sant. 2:1-4). La política es terreno fértil para la hipocresía, la trampa, la mentira y el lucro porque trata de complacer a gente no convertida. En este contexto, un político cristiano es inconcebible.

Si contestaba negativamente, de no dar tributo a Cesar, lo acusarían de traición contra Roma. Si contestaba afirmativamente, lo difamarían como anti-patriótico y mesías impostor. "Mostradme la moneda del tributo. ¿De quién es esta imagen? ...Dad, pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios" (Mat. 22: 19-21). Jesús no tomó carta en el asunto de la soberanía intervenida de Israel ("lo establecido por Dios" - Rom. 13:2). No favoreció ni a los conquistados ni a los conquistadores. No aspiró a poder político. El diablo ya se lo había ofrecido en la tercera tentación y Cristo se negó tanto a adorar al diablo (padre de muchos políticos) como también se negó a adquirir "todo esto"(Mat. 4:10). Esquivaba al pueblo cuando le querrían hacer rey (Jn. 6:15). No vino para ser un agitador político. No vino a congraciarse con reyes. No vino para aliviar el desempleo, a privatizar hospitales, mejorar la educación, promover el turismo, solucionar el problema de la transportación o investigar el uso de fondos públicos. Sólo vino para adorar y servir a Dios (Mt. 4:10). Su misión era de carácter espiritual y su meta era morir en la cruz. Los fanáticos de la política tendrían que buscar a otro.

El "Dad a Cesar" nos enseña a no ser negligentes con nuestros deberes para con el gobierno, de pagar contribuciones (Rom. 13:7), de orar por todos los que están en eminencia, no importa su partido (1 Tim. 2:1-2), de no difamar (Hech. 23:5; Tito 3:1-2) y de obedecer a las leyes (Rom. 13:1). El privilegio de votar no es obligatorio pero el cristiano puede, siempre y cuando su conciencia se lo permita.

El "Dad a Dios" es el primer deber del hombre (Ecc. 12:13-14). "Lo que es de Dios" somos nosotros (1 Cor. 6:19). Si no utilizamos nuestras habilidades en su servicio, somos malos y negligentes (Mat. 25:26). No podemos enredarnos en cuestiones políticas que no nos permiten cumplir con Dios (2 Tim. 2:4).

Hermanos, demostremos altura y madurez en nuestra participación en procesos democráticos. Evitemos discusiones y comentarios que emocionan y fácilmente ofenden los sentimientos de los demás (Rom. 14:1; 2 Tim. 2:14, 16, 24). Tal como el Señor rehusó envolverse en la política porque no le convenía, así tampoco nosotros porque nuestra verdadera ciudadanía es celestial (Fil. 3:20). La ciudadanía pasajera no tiene gran importancia. Velemos que la política no invada a la iglesia. Que la selección de nuestros líderes sea sin ofensa, sin lucha, sin partidos, sin intolerancia, sin celos ya que estos desaniman a los hermanos, afean a la iglesia y la incapacitan para evangelizar y promover el amor entre sus miembros.

PREGUNTE A LOS HERMANOS
¿Dónde se reune la iglesia de Cristo?